martes, 20 de abril de 2010

EL LIBRO DE LAS ILUSIONES

Antes del cuerpo, está la cara, y antes de la cara está la tenue línea negra entre la nariz y el labio superior. El bigote — filamento agitado de ansiedades, comba de saltos metafísicos, trémula hebra de azoramiento— es el sismógrafo de los estados de ánimo, y no sólo hace reír, sino que dice lo que está pensando, permite realmente que el espectador acceda al mecanismo de sus pensamientos. Intervienen otros elementos.. los ojos, la boca, los bandazos y traspiés sutilmente calculados, pero el bigote es el instrumento de comunicación, y aunque hable un lenguaje sin palabras, sus sacudidas y estremecimientos son tan claros y comprensibles como un mensaje transmitido en alfabeto Morse. Nada de eso sería posible sin la intervención de la cámara. La intimidad del bigote parlante es creación del objetivo. En todas las películas, el ángulo cambia en diversos momentos, y un primer plano sucede de pronto a un plano general o medio. El rostro llena la pantalla y, suprimida ya toda referencia al entorno, el bigote se convierte en el centro del mundo.

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