viernes, 24 de abril de 2009

LA MELODIOSA DICTADURA DEL BOLERO

Cantando quiero de - cirte, con este bolerus interruptus, que el bolero es un alarido puro y desgarrado, sin contemplaciones posibles, de todo ciudadano mayor de edad, de este domicilio latinoamericano y en pleno uso de sus facultades para enamorarse y enamorar, enloquecerse y enloquecer, ilusionarse y alucinar, traicionar y traicio - narse, desgarrarse, entristecerse, despe - charse desconsoladamente, emborracharse y, «sobre todas las cosas del mundo», recomenzar y enamorarse de nuevo, una y otra vez, como si fuera esta noche la última vez.

Boleristas, bolerólogos, bolerianos, bole - rómanos, bolerósofos y boleromaníacos coinciden en acusar al bolero de ser nuestra gran leyenda continental, historiando y geografiando todas nuestras melancolías. Un canto y un dicho adherido a nosotros mismos, pegado como quien baila bolero, como un tatuaje en la piel de nuestros sentimientos que delinea nuestras mañas amorosas y que nos enseña a amar en bolero. Porque el bolero te canta y te dice la historia de un amor como no hay otro igual, que te hizo comprender todo el bien y todo el mal. Formidable repertorio de melancolías y materia obligatoria del pensum de nuestra educación básica sentimental. Es el bolero como cosmovisión de nuestra bohemia continental.

Piensa en América, la ensoñadora, seducida por la promesa de redención del amante de turno, oblicuo falsificador de sentimientos y prestidigitador de ilusiones. América la engañada, siempre presa del círculo trágico pasión-traición-despecho, porque la promesa será fielmente traicionada, la utopía una vez más destrozada. Piensa que es entonces cuando la boleritud se nos convierte en certeza de vida, deshaciendo los entuertos de la pasión: el bolero con licencia para matar tristezas, al rescate de la esperanza perdida. Por eso, atiéndeme, quiero decirte algo: no podemos cantar todos los boleros, ni amar a todas las mujeres, pero hay que morir en el intento. Por eso supongo, suponte, supongamos que cerramos los ojos y repasamos en clave personal privadísima nuestro currículum vítae sentimental. Como vaya viniendo, vamos cantando y vamos diciendo. Y vamos imaginando, aprovechemos este momento cómplice y permíteme nostalgiar contigo, bolerizar juntos en un viaje exploratorio al centro de nosotros mismos.

Una más de etiqueta; quiero irme a Cuba, conocer a Omara Portuondo y a sus amigos de Buena Vista Social Club, que cantemos esa de Nat King Cole fumando habanos y tomando café cubano en la playa; a N aunque ya no tenga sentido, de todas formas todos somos como el bolero: mentirosos, masoquistas, astronómicos, suicidas, quizás quizás quizás.

2 comentarios:

Diego Bartra Bazán dijo...

.........................................................................................................soy un papanatas................................................................................................

Amarisha dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.