sábado, 21 de febrero de 2009

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Vivir con una dejadez inmensa y orgullosa; siempre más allá. - Tener y no tener, a voluntad,nuestros afectos, nuestros pro y contras, condescender con ellos, por horas; montarnos sobre ellos como sobre caballos, a menudo como sobre asnos: - hay que saber aprovechar, en efecto, tanto su estupidez como su fuego. Reservarnos nuestras trescientas razones delanteras, también las gafas negras: pues hay casos en los que a nadie le es lícito mirarnos a los ojos, y menos aún a nuestros “fondos”.

Y elegir como compañía ese vicio granuja y jovial, la cortesía.
Y permanecer dueños de nuestras cuatro virtudes: el valor, la lucidez, la simpatía, la soledad. Pues la soledad es en nosotros una virtud, en cuanto constituye una inclinación y un impulso sublimes a la limpieza, los cuales adivinan que en el contacto entre hombre y hombre - “en sociedad” - las cosas tienen que ocurrir de una manera inevitablemente sucia. Toda comunidad nos hace de alguna manera, en algún lugar, alguna vez - “vulgares”.



Más allá del bien y el mal.

1 comentario:

Diego Bartra Bazán dijo...

...Tu reloj acaba de marcar la 1 de la tarde. Yo, en América, para el sur; en Perú, en Lima, en Surco, en el cruce de Caminos del Inca con Bielich (en mi casa) Se me va el tienpo para bañarme, ponerme trapos para la calle, ir al chifa del frente, ir a mi clase de teatro, y luego ver que hacer.
Tu reloj acaba de marcar la 1:10










Ya se te extrañaba loca... (= !!